Aún en la familia más cristiana hay incoherencias y condicionamientos.

Una mujer de buena y acomodada familia toma la decisión de seguir a Cristo y desechar la presión social que se le imponía, incluso en su propia casa, y sigue firme en los comportamientos y compromisos asumidos por su Fe Católica de ser esposa de Cristo, alma santa y pura, y servidora de todos, y no solamente del círculo de cual provenía.

Santa Agueda asumió las consecuencias extremas de su decisión de vivir conforme al Evangelio en medio de una sociedad turbulenta y oscura, que no daba tregua por sus exigencias aplastantes e inhumanas en contra de la dignidad y el estilo de vida sencilla al que tiene derecho toda mujer, y todo ser humano.

Demos gracias por esta verdadera hija de Dios, Virgen y Mártir, defensora de la libertad de conciencia, de la integridad de costumbres, de la generosidad con otros por medio a los bienes que exceden a las necesidades cotidianas propias y de la pertenencia en cuerpo y alma a Cristo Eucaristía.

Nuestro único dueño es el Santísimo Sacramento del Altar. Por Él sacrificarlo todo.

Por un poco de dinero , de bienestar, que siempre se podrán recibir trabajando honesta y sacrificadamente, jamás hemos de vender nuestro cuerpo y alma, ni someternos a servidumbre denigrante.