La Sangre de Cristo que comulgamos de un mismo Cáliz es la sangre de los Santos Mártires que dijeron que sí al llamado de la Iglesia de reproducir los valores del Reino de Dios en los ambientes en que se encuentre, y de abrir nuevas sendas por donde hacer presente al Señor Sacramentado que quiere ser recibido por todos.

Son incontables, el número de testigos y personas de buena voluntad que se han sacrificado y se sacrifican por el bien nuestro.

Vamos a agradecerles con esta Eucaristía para que Dios les pague todas las bondades que han tenido con nosotros. ¡Qué sean retribuidos plenamente desde ahora y en el Cielo!

Dediquemos nuestra existencia a imitarles.

En el Jueves Eucarístico compartamos la fe, dejemos de levantar polvo por los errores, limitaciones e ignorancia de quien no sabe lo que hace cuando no está a la altura del deber y las tareas que deben realizar para el bien común.

En cambio, demos lo mejor de nosotros, aunque atravesemos situaciones desagradables, adversas y poco remuneradas.

Son tantos los que serán agraciados por lo poco que podamos aportar en calidad de tiempo, de cariño, de caridad.

Ubica a quien darle en este día el Pan D’Cielo.

Sin saberlo, les estaremos dando nuestra misma alma y sangre.

Dios lo ve.

No te dejará sin recompensa.