Día de gran alegría en la Navidad dedicado al Espíritu Santo del Padre y del Hijo.

Por los Santos Obispos Basilio y Gregorio Nacianceno, este último quien condujo el Concilio Ecuménico I de Constantinopla del 381 DC se insertó en el Credo de Nicea la cláusula: Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida… Por tanto merece una misma adoración y gloria, quien realiza la obra de consumar por medio a la Iglesia Católica la obra salvadora de Cristo.

Ahora, optaremos al comulgar del Cuerpo y Sangre del Señor por la tranquilidad, la paz, el servicio, la vida de sencillez de la Comunidad Eclesial y a la vez, de la valentía, la templanza, la solidaridad con los desfavorecidos y la adhesión a la verdadera Fe de los Santos Padres de los primeros siglos de la Iglesia.