Si el 31 de diciembre celebramos la Confesión de Fe del Concilio de Nicea del 325 DC en la Divinidad de Jesucristo, Hijo Único de Dios, aprobada por el Papa San Silvestre I, cuyo testimonio fehaciente es la Catedral Papal de San Juan de Letrán, hoy celebramos en la conclusión de la Octava de Navidad la Maternidad Divina de la Virgen María.

Y mañana 2 de enero, como cada año, celebraremos nuestra Fe Católica en la Divinidad del Espíritu Santo, el Esposo de la Virgen Madre de Dios.

Confesión Trinitaria ratificada por el Magisterio de los Santos Padres, Basilio y Gregorio Nacianceno.

¡Qué pena nos da que estos días navideños se hayan mundanizado, y que los aspectos fundamentales de la vida de la Iglesia sean ignorados o se les preste nula atención!

Unidad indivisible del Credo de nuestro bautismo.

Vértice del mismo es la afirmación de que María de Nazaret es la Theotokos, titulo que solo se le reconoce a la Madre de Dios, tal como lo hizo el Concilio de Efeso del 431 DC.

Ahora confesaremos y comulgaremos gracias a la mediación maternal de María, Siempre Virgen, Hija del Padre, Madre de Cristo, Dios y Hombre Verdadero y Esposa del Espíritu Santo.