La nueva Administración ha aumentado los contactos con la región, en un principio de multilateralismo orientado a presionar a Venezuela
Cuando Donald Trump ganó las elecciones el 8 de noviembre de 2016, hace justo un año, lo hizo con una única promesa electoral sobre Latinoamérica: cuestionar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y completar el muro fronterizo con México, dos asuntos en el fondo muy relacionados. En la campaña también habló de Cuba y de Venezuela, dando a entender ciertas intenciones, pero sin avanzar futuras medidas.
Un año después de concluida aquella singular campaña electoral, podría decirse que, comparado con la poca actividad efectiva de la nueva Administración en relación a otras partes del mundo, lo que ha habido en relación al Hemisferio Occidental ha sido casi un activismo. Barack Obama, por su parte, había concentrado sus esfuerzos en la bilateralidad con Cuba.
No solo Trump está ejecutando su promesa referida a México (la revisión del TLCAN afronta ya en su quinta ronda de negociaciones, y la Casa Blanca ha buscado formas de financiar la construcción del muro, aunque por ahora sin mucho éxito), sino que ha adoptado decisiones bien definidas sobre Cuba y especialmente sobre Venezuela. Además del diseño de una escalada de sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro –instaurando una política estadounidense donde antes no había ninguna propiamente–, la crisis venezolana ha dado pie a un multilateralismo. Trump ha tratado de esa crisis personalmente con varios presidentes latinoamericanos e incluso los convocó un encuentro.
Todo eso, junto con el viaje del vicepresidente Michael Pence por la región y la continuidad de la Alianza para la Prosperidad con varios países centroamericanos, ha contribuido a ofrecer un balance modestamente positivo en relación a Latinoamérica en lo que va de nueva Administración. No obstante, conviene advertir que el particular carácter de Trump puede complicar las cosas. Su malhumoradareacción ante el aumento de producción de cocaína en Colombia no es un buen presagio.
Dos focos: el TLCAN y Maduro
MÉXICO. La renegociación del TLCAN se abrió a comienzos de agosto y las tres delegaciones (EE.UU., México y Canadá) ya se han reunido cuatro veces. Las conversaciones se encaminan a la fase decisiva. Washington ha destapado sus dos principales reclamaciones: introducir una «cláusula ocaso», por la que el acuerdo tenga que renovarse cada cinco años (de no hacerse se extinguiría), y endurecer las normas de origen, elevando del 62,5% al 85% el porcentaje mínimo de componentes fabricados en Norteamérica para que los productos tengan los beneficios arancelarios del tratado (EE.UU. quiere además que el 50% estén fabricados en ese país). México y Canadá no están de acuerdo y tienen sobre la mesa sus propias líneas rojas. Por otra parte, en relación al muro fronterizo prometido por Trump, el presidente ha conseguido introducir en los presupuestos una pequeña partida, pero de momento es solo un 7% del coste estimado.
VENEZUELA. La Administración Trump ha trazado un plan de sanciones cuyos primeras aplicaciones ya se han cursado. Primero hubo sanciones a dirigentes chavistas, en la línea de las aplicadas por Obama al final de su mandato pero con afectación a personas de mayor rango político (por ejemplo, al presidente Nicolás Maduro y a su vicepresidente, Tareck el Aissami), y después ha procedido a unas primeras sanciones económicas. Así, en septiembre Trump prohibió a ciudadanos o entidades financieras de EE.UU. la compra de deuda y otros activos del Estado venezolano o de su petrolera nacional, PDVSA.
Bien con casi todos, mal con Cuba
MULTILATERALIDAD. Trump está abordando el problema de Venezuela en conversación con otros países del continente. Por un lado, Canadá ha secundado la presión contra dirigentes chavistas (esta semana publicó una segunda tanda de sanciones), y por otro, diversos presidentes latinoamericanos han estado en frecuente contacto con la Casa Blanca, con el propósito de promover una actitud conjunta sobre Caracas. En sus reuniones con Kuczynski (febrero), Macri (abril) y Santos (mayo), y en la cena que convocó en Nueva York en septiembre, aprovechando la Asamblea General de la ONU (acudieron los presidentes de Brasil, Colombia y Panamá, y representantes de otros países), Trump ha sondeado a sus colegas sobre el modo de proceder en la crisis venezolana. A esta multilateralidad también ha ayudado el intenso trabajo del secretario general de la OEA, Luis Almagro. La afirmación de Trump de que no descarta la opción militar generó un momento de desconcierto, pero la unidad de acción hemisférica no se ha roto.
CUBA. Las relaciones entre EE,UU, y Cuba han ido este año por donde era previsible que transcurrieran. Una cosa es haber restablecido las relaciones diplomáticas, y otra que Washington fuera más lejos haciendo concesiones cuando La Habana no da nada a cambio (sigue el inmovilismo político y la vulneración de derechos humanos). El caso de los extraños «ataques sónicos» padecidos por personal diplomático estadounidense en Cuba ha puesto en bandeja a Trump decisiones como retirar parte de sus diplomáticos en la isla y revertir algunos decretos de Obama que promovían contactos comerciales.
ATENCIÓN A LA REGIÓN. Los prontos contactos de Trump con otros presidentes americanos se vieron completados en agosto con una gira del vicepresidente estadounidense, Mike Pence, por la región, con visitas a Argentina, Chile, Colombia y Panamá. Pence se había reunido previamente en Washington, en junio, con los mandatarios de Guatemala, Honduras y El Salvador para implementar la Alianza para la Prosperidad, iniciativa puesta en marcha por Obama con el fin de mejorar la situación social en el Triángulo Norte y así procurar una reducción de la emigración desde esa zona a EE.UU.
«Si así tratas a tus amigos…»
COLOMBIA. El único punto inesperado de fricción diplomáticaque ha protagonizado Trump con sus vecinos continentales ha sido con Colombia. Se esperaba una problemática relación con México, Venezuela y Cuba, por las razones ya mencionadas, pero no con Colombia, país que ha recibido un gran apoyo de la Casa Blanca en las últimas dos décadas. Trump regañó a Colombia en septiembre, cuando su Administración presentó un informe anual sobre la lucha internacional contra la droga. Trump aseguró que se había estado a punto de incluir a Colombia como país «fallido», en términos de narcocultivo, pues ha aumentado notablemente la producción de cocaína. Esa regañina a un socio tan leal como Colombia, y además a través de Twitter, generó gran consternación en Bogotá, que podía decir, como Santa Teresa: «Si así tratas a tus amigos, ahora comprendo, Señor, porqué tienes tan pocos».
CUMBRE DE LAS AMÉRICAS 2018. Ocasión que puede definir la relación de Trump con sus vecinos hemisféricos, más allá de lo que afecta al TLCAN, será la próxima Cumbre de las Américas, que se celebrará en marzo de 2018 en Lima. Lo previsible es que el encuentro se centre en la cuestión venezolana y eso puede aumentar las sinergias entre Washington y la mayoría del resto de capitales. Pero el volátil humor de Trump hace que nada pueda darse por seguro.
Fuente: ABC