Por sus vasos comunicantes, uno de los afanes permanentes de la política económica, es el de alcanzar y mantener estabilidad macroeconómica, incluyendo a su sistema de intermediación financiera, tanto para la sostenibilidad, como para afrontar dificultades provenientes de situaciones de tipo coyuntural o estructural.
Los indicadores macroeconómicos que contribuyen a un buen desempeño del sistema bancario nacional son múltiples, entre los que se encuentran: el crecimiento de la economía, la baja volatilidad en los distintos precios de la economía, como las tasas de inflación, de política monetaria -y su influencia en la tasa de interés bancaria-, el tipo de cambio y la Base Monetaria Restringida (BMR).
Por su lado, los indicadores del sistema de intermediación financiera que pueden aportar favorablemente a determinadas situaciones de la economía son: el índice de solvencia, la tasa de morosidad y el nivel liquidez, entre otros.
La utilidad de cada uno de los indicadores anteriormente señalados y agrupados por conglomerados, resulta ser reciproco. En el caso del ámbito macroeconómico, porque un buen desempeño con estabilidad, induce a una mayor demanda de crédito privado, de capacidad de ahorro de la población y a pagos oportunos de las obligaciones financieras contractuales, provocando que la tasa de morosidad sea baja, que la solvencia se fortalezca y la liquidez de fondeo y de mercado estén garantizadas.
Mientras que, resultados saludables de los indicadores de desempeño de la banca, pueden servir de pie de amigo a escenarios macroeconómicos complicados, como el que atraviesa en la presente coyuntura las actividades económicas a nivel nacional, en ocasión de la caída de la demanda interna y externa y de dificultades en la cadena de pagos, que al exponer a estrés financiero a la banca, podría eventualmente entorpecer la recuperación, si los indicadores bancarios no muestran fortalezas al momento de llegar una crisis económica.
A la llegada del Covid-19, la economía dominicana venía mostrando el binomio de la estabilidad con crecimiento. En términos del PIB, una tasa de crecimiento del orden del 5.1 %, precios al consumidor a un nivel que se situó en 3.66 % anual -por debajo de la meta de inflación-, una depreciación de un 5.0 %, una tasa de política monetaria que se movió a la baja, entre un 5.50 % a un 4.50 % y una BMR que se comportó durante el año conforme a la proyección establecida en el programa monetario del 2019.
El desempeño macroeconómico descrito, permitió que los indicadores del sistema de intermediación bancaria dominicana culminaran el 2019 con buenos resultados, como el indicador de liquidez, situado sobre el 19.0 %, la tasa de morosidad inferior al 3.0 % y el índice de solvencia en alrededor del 17.0 %.
Ahora que el desempeño macroeconómico presenta reveses, con una contracción del PIB de un -8.5 % durante el primer semestre, una depreciación del peso dominicano cercano al 11.0 %, un aumento en la presión de la deuda pública del sector no financiero, que ha pasado de un 40.4 % a un 48.2 % del PIB, una caída en la demanda interna de alrededor de un 12.0 %, una disminución importante de las reservas internacionales –al pasar de US$ 10,408 millones en enero a US$ 7,018 millones a agosto del 2020- y con algunas señales de presiones inflacionarias, al colocarse en un 3.12 % al octavo mes del año en curso, la fortaleza que muestran los indicadores bancarios podría ser un aliado clave para revertir lo descrito.
Desde principio del 2020 a junio, los indicadores del sistema financiero evolucionaron positivamente respecto al desempeño del 2019. Las disponibilidades manifestaron un crecimiento interanual cercano al 34.0 %, los indicadores de rentabilidad, tanto de los activos, como del patrimonio continuaron aumentando, el indicador de liquidez se situó cercano al 22.0 %, el de solvencia en alrededor de un 17.0 % y el nivel de morosidad registró un 2.64 %.
La fortaleza mostrada por el sistema financiero dominicano en la presente coyuntura, resulta útil en el rol que pueda corresponderle para la recuperación económica, al disponer de espacio para la iniciativa privada, en complemento al papel que pueda jugar el sector público. De manera que, mientras ayer el crecimiento y la estabilidad macroeconómica sirvieron para la estabilidad financiera y crecimiento de la banca, hoy ese sector resulta útil para la recuperación de la economía nacional, en su dimensión de colaboración recíproca.
No obstante a la posibilidad de algunas pérdidas en la calidad de los indicadores del sector financiero durante los últimos dos meses, el previsible deterioro, no le restaría capacidad a la banca para auxiliar al sector público, en la tarea de recuperar parte de las pérdidas económicas que ha tenido el país, especialmente, si desde el ámbito monetario se impulsan políticas bajo la sombrilla de una nueva normalidad, en adición a las ya tomadas que han sido de corte tradicional.