Nos acompaña durante dos semanas como primera lectura de diario las Cartas de San Juan en las que declaramos que el Verbo de la vida se ha hecho visible, se nos ha manifestado para que estemos en su Comunión, la del Padre y del Hijo, al sentarnos a la Mesa misma de sus Santos Apóstoles, quienes le vieron y escucharon directamente.
Por ello, somos hijos de Dios. Es una realidad el perdón de los pecados cometidos y el vencer al maligno con el Sacramento de la Reconciliación y la Penitencia. Se nos exhorta a no amar al mundo que está de espaldas y hace la guerra a Cristo Recién Nacido y a su Santa familia.
Tomemos un buen momento de Silencio Eucarístico para renunciar a:
la concupiscencia de la carne,
la concupiscencia de los ojos, y
la arrogancia del dinero,
y de esta forma consagrarnos a hacer la voluntad de Dios.