Todavía la espada, la pólvora y el poder diabólico del dinero cunden por estás tierras tal como en tiempos de la conquista y la colonia. El Evangelio que se encarnó de María la Virgen es otra cosa muy distinta. A ella pedimos el Pan que alimenta nuestro cuerpo y nuestra alma. ¡La Eucaristía es para todos!. Nuestros esfuerzos cada día han de ser para esto. ¡Una sociedad que comulgue!. Esta es la verdadera dicha, la bienaventuranza de los pobres y la realidad de todo ser humano.