El silencio envía un mensaje quizá mucho más claro que un extenso discurso escrito o hablado.
Igualmente dicen más que las palabras y que el silencio mismo las reacciones airadas, de mal humor, de aquellas personas a las que se les hacen preguntas cuyas respuestas prefieren mantener ocultas hasta la muerte. ¿Acaso por vergüenza o porque temen quedar desnudas ante la verdad disfrazada de mentiras y engaños?
En las relaciones humanas eso es común: en los ambientes laborales, en el mundo de los negocios o del espectáculo, en el seno familiar y en las relaciones de pareja cuando la honestidad no existe.
Sí, el silencio es una respuesta; quizá sea la que más duele, porque nos deja un hondo vacío y una desagradable sensación de haber sido tratados como NADA.
No siempre es aplicable el universal refrán —«quien calla, otorga», es decir, admite—, pues no siempre es así: con frecuencia hay mucho más que «admisión de culpa»: pueda que oculte o se niegue a revelar el interpelado una estremecedora verdad…cuando el silencio es la respuesta.