Fabio Colagrande – Ciudad del Vaticano
El libro de Johan Ickx, publicado en Italia por Rizzoli, se titula «Pío XII y los judíos» y es el resultado de meses de investigación entre los documentos por primera vez accesibles tras la apertura de los Archivos Vaticanos relativos al pontificado del Papa Pacelli. El autor, director del Archivo Histórico de la Sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, reconstruye, a través de decenas de textos inéditos, el papel crucial desempeñado por Pío XII y su organización en el intento de salvar a miles de judíos de la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El volumen, de unas cuatrocientas páginas, pone de manifiesto los incesantes esfuerzos del Papa y de su «buró» de la Secretaría de Estado, entre los años 1938 y 1944, para responder a las peticiones diarias de ayuda procedentes de toda Europa. El Dr. Ickx, historiador y archivero, nos habló de esto ante los micrófonos de Radio Vaticano Italia, explicando en primer lugar por qué eligió como modelo para su obra, escrita en el año de la pandemia, el Decamerón de Giovanni Boccaccio:
La llamada «leyenda negra» afirma que el Papa Pío XII se quedó de brazos cruzados ante la persecución de los judíos. En cambio, en su libro descubrimos a un Papa Pacelli al frente de una ajetreada oficina que atiende cada día más peticiones de ayuda de los perseguidos…
La «leyenda negra» relativa a Pío XII se articula en varias direcciones. El primer punto es que durante esos años no hizo nada, se quedó, por así decirlo, «en la ventana», presenciando esas masacres que no habría querido ver, limitándose a ignorarlas. Pues bien, eso no es cierto, porque la serie archivística llamada «Judíos» que se encuentra en nuestros archivos – y que representa un verdadero y propio unicum creo que en todo el mundo – demuestra el cuidado diario con el que, las 24 horas del día, el Papa y las once personas de su «buró», junto con los Nuncios y los demás colaboradores en el extranjero, trabajaban para acudir en ayuda de los perseguidos en toda Europa.
¿Son documentos que sugieren que durante la persecución y el exterminio promovidos por los nazis se extendió por toda Europa la noticia de que Pío XII era la última esperanza para muchos?
El libro confirma que en aquellos años el Papa se desvivió por salvar tanto a los católicos como a los judíos…
El Vaticano asume los casos tanto de judíos como de cristianos, de muchos cristianos. Este es otro detalle que surge de los archivos y que es poco conocido. En 1941, en todo el territorio alemán y en todos los estados ocupados, las leyes raciales cambiaron. En lugar de tomar la religión como criterio de persecución se adoptó un principio «étnico», yo diría genético, basado en la sangre: cualquier persona con un antepasado judío, hasta la tercera generación, era detenida y deportada.
¿Qué tipo de información llegaba al Vaticano sobre lo que ocurría en los campos de concentración de Europa del Este?
La oficina coordinada por el Papa andaba un poco a tientas en la oscuridad en las escasas noticias que llegaban de aquellos lugares de terror. Los ingleses, los norteamericanos y la Santa Sede intercambiaron información al respecto y esto es también un dato muy interesante que se desprende del libro. La colaboración entre los diplomáticos presentes en el terreno fue fructífera y se intercambiaron noticias atroces sobre los campos de concentración.
De su libro también se desprende el modus operandi de la oficina de la Secretaría de Estado dirigida por el Papa Pacelli. En medio del conflicto, los diplomáticos estaban atentos a responder a las peticiones de ayuda, pero manteniéndose neutrales, para no excluir ningún canal de comunicación…
Creo que fue esta intención de salvaguardar la imparcialidad en el conflicto lo que llevó al Papa a no publicar un documento de condena de las persecuciones, junto con los ingleses, los estadounidenses y los soviéticos. No olvidemos que los soviéticos, al comienzo de la guerra, aún eran aliados de Estados Unidos e Inglaterra. La Santa Sede comprendió, según mi opinión, que en ese momento no podía arruinar su reputación poniéndose al lado de los soviéticos.
Sin embargo, resulta que el Papa tenía gran «simpatía» por los Estados Unidos, hay un capítulo dedicado a su amistad con el presidente Roosevelt…
Uno de los documentos más sorprendentes entre los que figuran en el libro es una carta del Cardenal Gasparri, fechada el 9 de febrero de 1916, en la que responde a una petición del Comité Judío Americano de Nueva York. Una carta, según su opinión, inspirada precisamente por Eugenio Pacelli, entonces ministro de Asuntos Exteriores de la Secretaría de Estado…
En aquel caso, los judíos estadounidenses pidieron al Vaticano que el Papa Benedicto XV se pronunciara contra la persecución racial que ya había comenzado durante la Primera Guerra Mundial. El Secretario de Estado Gasparri respondió con este texto, autorizando explícitamente su publicación. Los periódicos de las comunidades judías estadounidenses se hicieron eco de ella, definiéndola con satisfacción como una verdadera y propia «encíclica».
El libro relata muchas historias dramáticas, peticiones de ayuda a las que el Vaticano a veces no logra responder…
Uno puede ver cómo Monseñor Barbetta o Monseñor Dell’Acqua y los demás miembros del personal, dirigidos por el Cardenal Maglione y Tardini, trabajaron sin descanso para intentar ayudar a las personas que huían, para trasladarlas de un extremo al otro del mundo, para tener que admitir después que habían llegado demasiado tarde y que sus esfuerzos habían sido en vano.
Fuente: https://www.vaticannews.va